Traes toda la luz, incluso pinchada,
para que al irte la oscuridad me invada,
me sobrepase y asfixie.
Eres el desorden mental del todo al nada.
Del nada al recuerdo.
Y tira porque te toca.
¿Cómo brillar con tu luz y no perder el alimento,
cuando te escurres por el desagüe de la ducha?
¿Quién puede vibrar con la existencia y renunciar a ese don?
Solo los iluminados y el Kaos.
Eres la colleja que te hace sentir viva,
pero a su vez duele.
Eres el Todo; junto y revuelto.
El que da y el que quita jugando a ser Dios.
El mejor desahuciador de sueños.
Rápido y eficaz.
De eso no hay queja.
Y yo, como la bola de Navidad,
mareada de nieve y purpurina,
te vi correr en el trineo sin mirar atrás.
Y lloré.
Porque eres oro.
Pero oro en polvo, del que se esfuma con la primera brisa.
Del que a nadie pertenece,
aunque quiera ser grabado con la más bella canción.
Porque un día quieres ser blanco y otro negro.
Pero ni siquiera eres gris.
Porque tú, en el fondo
solo eres Kaos.
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